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Desde pequeña he mostrado una atracción irresistible por las cosas pequeñitas. Siendo yo de una talla considerablemente grande, no se por qué, pero coger algo diminuto entre mis manos me causa admiracíón.
Alrededor de los años 80 se pusieron de moda unas casitas de madera, que colgábamos en la pared a modo de cuadro, divididas en varios compartimentos, en los cuales colocábamos miniaturas, como botecitos de cristal, vajillas de porcelana, jarroncitos con flores... fuera lo que  fuera, siempre en mi mano (más pequeña que la de ahora), podía coger varias cosas a la vez.
Me gustaba mirar, siendo muy niña, la tapadera de la caja de los quesitos `El caserío`, cortaba trocitos de papel, los ponía en el campo, y simulaba que eran ovejas e imaginaba  a los habitantes de esa preciosa casita en su interior siempre acogedor y con olor a leña.
Más tarde deje de imaginarme el interior para entrar dentro de la `13 Rue del Percebe`, pasaba tantos ratos mirando el emblemático edificio de la última página del ´Tio vivo`, cada habitáculo era una historia diferente a cual más divertida y disparatada, dentro de aquella vivienda.

Pues ahí esta... mi gusto por lo pequeñito y por las casitas es lo que hizo que está afición, aletargada en mi durante tiempo, reviviera dando paso a lo que finalmente ha sido un sueño hecho realidad.
Y pronto os contaré cosas de mi pequeño mundo y sus pequeños habitantes, de como se recrea en cada habitación una escena que, aunque inmóvil, me transporta allá por el 1900 a una soleada y alegre villa de las afueras de Bristol, ´Lucy`s House,  mi pequeña gran casa de muñecas.