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martes, 28 de febrero de 2012

Historia de una casa

Siempre he pensado que las casas tienen personalidad, algunas incluso creo que hasta tienen alma. Ellas encierran nuestros gustos, nuestras aficciones, nuestras pertenencias, nuestros recuerdos... Entre las cuatro paredes que las componen está, en cierto modo, nuestro mundo y cobijo,  cada rincón está impregnado de nosotros mismos.  Refugio de las inclemencias del exterior, sosiego del ajetreado día.... mi casa.... es mi castillo.
Hace un tiempo tuve una idea, imaginaba una pequeña tienda en la que vendieran de todo, de esas en las que se mezcla aromas, formas y colores, y asimismo que fuera un  hogar. Tenía un pequeño espacio, una ilusión y un compañero que, poco a poco y partiendo de cuatro maderas, dió forma y volumen  a mi sueño. Así nació y creció "Doubfire's grocery", la tienda-vivienda de mi pequeño mundo en Bristol.
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Os voy a contar mi historia desde el día en que nací. Mi vida comienza un verano del 1848. Recuerdo un hombre y una mujer ilusionados sobre el prado en el que ahora habito. Hacían planes que entonces yo no entendí, hablaban de futuro, de negocio, que aunque yo no atinaba a descifrar, hicieron que me contagiara de entusiasmo.
En poco tiempo el solar tomó forma, yo me iba impregnando en todas y cada una de sus paredes y les escuchaba cuando me visitaban, ellos ya hablaban de su hogar y así en aquel ir y venir yo fui creciendo.



Amanece en Bristol, los primeros rayos de sol se reflejan en mi escaparate. Me encanta escuchar el canto matutino de los pájaros, siempre ha sido así, solo se ve perturbado por el vociferio del gallo y el chirriar de la bicicleta de Fred Morrison, el cartero.


Alguien ha encendido la luz desde el piso de arriba, será ella sin duda, es tan madrugadora como siempre. Todos los días repone las estanterías de la tienda, no debe faltar de nada, me encanta como huelen la mayoría de las cosas. En mi interior entran muchas personas y no solo se produce un intercambio comercial, también rien, charlan y a veces incluso lloran. Nunca me aburro, conozco a tantos personajes que siempre me distraen!


El otro día la Sra. Fletcher no solo se llevo un paquete de coockies y una docena de huevos, también se llevó las palabras de consuelo de Agnes, Agnes Doubfire, ella es tan amable con todo el mundo. Me gusta tanto escucharla, a veces pienso que es la terapeuta de medio Bristol.


Pronto descenderá las escaleras, un día tras otro la misma rutina, dará la vuelta al cartel que cuelga de mi puerta, la abrirá y se producirá un intercambio de olores, el de mi interior con la bocanada de aire fresco y olor a hierba del exterior.



Como yo me empecé a quedar pequeña me adosaron un cobertizo. Todo el día charlamos sin parar. Hay que ver con lo pequeño que es y todo lo que contiene. Me encanta cuando a Jimmy se le ocurre construir algo y dice: "voy a buscar al cobertizo... allí seguro que lo encuentro". Entonces yo rauda y veloz le digo: "ehh! Jimmy va a visitarte...", "tranquila" me contesta todo orgulloso " seguro que aquí encontrará todo lo que busque, recuerda que yo tengo de todo"


Al otro lado está el establo. Es un poco oscuro y parece muy serio, pero nada de eso. En su interior hay una montaña de heno y me encanta oir como resuena la risa de los pequeños cuando desde la entrada cojen carrerilla y se tiran de cabeza en ella como si fuera una piscina. El establo siempre presume diciendo que Jimmy, Peter y Lucy se lo pasan mejor en su interior que en cualquier otro lado (aunque siempre acaban en la bañera)
Milka y su pequeño se desperezan en su mullido lecho de paja cuando salen los primeros rayos de sol, les encanta salir y beber agua fresca. Al poco entra Agnes  a extraer la leche de su paciente vaca, me gusta como huele a heno y leche recien ordeñada con la que prepara unos quesos deliciosos, dignos de la degustación de cualquier experto que se preste.


Ella sigue la tradición en la elaboración de tan preciado manjar tal lo hacía su familia desde antaño. Estoy segura que tiene su propio secreto y el cobertizo debe saberlo pero nunca me lo dice.


Milka y su pequeño comparten el establo con las ovejas. Ellas son un poquito aburridas siempre con la misma canción: "beeeeee beeeee", pero cuando viene Jimmy a buscarlas cada mañana antes de ir a la escuela, dan un respingo y se agolpan en la puerta. Debe de llevarlas a un sitio muy bonito, yo lo se.
Diviso desde la chimenea que por detrás de la casa de Thomas y Susan hay unos verdes prados con un pasto delicioso, sí, el aire del norte siempre me trae ese aroma.


Las que sí que me ponen un poco nerviosa son las gallinas, no paran!! siempre están de "cháchara", que si "co co" que si "co co co", siempre cuchicheando!!.
Peter y Lucy siempre piden a Agnes que les deje ir a recoger los huevos. Les encanta coger a los pollitos, como bolas amarillas suaves, blanditos y con ese piquito tan escandaloso como pequeño.


Sí, esta soy yo, con mis inseparables amigos a cada lado. Aquí me alzo inmóvil pero con tanta vida interior!
Mis paredes guardan tantos secretos, tantos momentos, tantos recuerdos.........



Todo comenzó un verano de 1850 el día en que inaguraron la tienda, Agnes Doufire y Anthony Malory, toda la vida por delante. Recuerdo que repartieron bollos con chocolate entre todos los vecinos que acudieron a tal evento. Todos se interesaban por lo que estaba expuesto, desde elaboraciones artesanas hasta productos de importación. "Doubfire's grocery" una gran promesa para Bristol.




Alrededor de la mesa ellos planeaban, deliberaban y hacían balance comprobando que su negocio prosperaba cada día más.



Aunque muchos atardeceres yo observaba a Anthony mirando por la ventana al horizonte y mirando una y otra vez aquellos mapas desgastados. Solo Agnes fué capaz de hacer que él enraizara en mi interior y en la tierra en la que yo estaba construida.


Pasó el tiempo y pronto, fruto de su unión, en mi interior se produjo un acontecimiento. Vino al mundo James llenando todos y cada uno de mis rincones con sus risas y ruiditos extraños.


Pero, aunque yo con apariencia imperturbable, el tiempo iba pasando entre todos nosotros. Apenas alguna gotera en mí, los años iban cayendo implacables en ellos.
James creció y maduró y junto a su esposa cruzaron el Atlántico en busca de otro mundo donde ejercieron la medicina hasta el fin de sus días. Y Anthony Malory, un otoño de 1890 sintió que el horizonte cada vez estaría más lejano para él,  así que, cogió su maleta, el último tren y se fué.


Se despidió de Agnes con la promesa de que pronto volverían a estar juntos. Yo entristecí. Ella es como si supiera que tarde o temprano él se iba a marchar, le conocía perfectamente, más que yo.


Nos quedamos mirando como se alejaba, lás lágrimas resbalaban por el rostro de ella. Me hubiera gustado tanto abrazarla y decirle cuanto la quería, pero no puedo, solo soy una cosa; solo puedo darle cobijo y calor y protegerla del aire y la lluvia y darle la promesa que hasta que ella quiera, siempre estaré ahí aferrada a la tierra sin moverme de su lado.


Ella subía a mi buhardilla, tan llena de recuerdos. Se sentaba en la cama de James y cerraba los ojos. Parecía que escuchaba sus risas todavía adheridas a mi pared.


Y miraba y tocaba con suavidad los escritos  y mapas de Anthony con los que había construido ese mundo más allá del horizonte y que ahora se interponía entre los dos. Solo yo era testigo de su soledad, mis paredes se fueron quedando oscuras, como su corazón.
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Pero el tiempo fue pasando y supo de la existencia de su nieto más allá de ultramar, Jimmy se llamaba, concentró todas sus fuerzas en traerlo con ella y conmigo.


Recuerdo el día de su llegada, hasta mis tejas repiqueteaban de alegría cuando ese níño entró por primera vez en mi interior. Yo sería testigo silenciosa de sus travesuras, otra vez! era el vivo retrato de James, su padre. Fue como si todas mis ventanas se hubieran abierto  de par en par y hubieran dejado entrar toda la alegría.
Agnes vuelve a sonreir!! solo que a veces sube a la buhardilla y mira el horizonte a través de mi ventana. Yo se muy bien lo que se pregunta:....." ¿dónde estará?..... ¿volverá?"
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Esta historia para mí ha sido muy especial. La dedico a una persona a la que nadie ha enseñado las artes de las manualidades ni la carpintería y sin embargo sus dotes artesanas son fuera de lo común. Prueba de ello es la maqueta de trenes que poco a poco construye y que cada vez que veo me hace sentir mi más profunda admiración (lo se, ya recuerdo, se que he prometido fotos hace tiempo).
El es un artista, es mi amigo y compañero, es mi mentor y profesor, él es mi esposo.
Gracias Angel, si ti mi sueño de Bristol no habría sido posible.